¡No me voy a cansar de intentar!


Hay momentos en la vida donde nos disponemos a realizar cambios para ser mejores personas ya sean espirituales, emocionales y/o físicos. Los cambios inician con reconocer que queremos o necesitamos modificar algo y a partir de ahí tomamos una decisión interior la cual no siempre es comentada con otros. 

Cuando es tal el caso, estamos trabajando en silencio, luchando en silencio y esperando encontrar una señal o una luz en el camino que nos diga: ¡estás lográndolo!
Suele pasar que el desánimo llega antes que los resultados sean evidentes, porque todo buen cambio se lleva su tiempo, por lo menos el suficiente para que algo o alguien nos traiga abajo. De repente en medio del camino se levantan voces negativas u obstáculos que nos llevan a pensar que nada ha cambiado y que nada hemos avanzado.  Queremos abandonar la decisión cuando nuestro medio nos quiere convencer que ningún esfuerzo ha valido, vale o valdrá la pena porque todo será siempre igual, que somos muy ilusorios y optimistas.

Cuando esto ocurre es necesario hacer un alto y darnos cuenta de que quizás no estamos en el lugar donde queremos llegar pero ya no estamos donde comenzamos.  Algo hemos caminado pues el hecho de tomar la decisión de ser diferente, ya nos hizo progresar. 
Cuando el camino se pone escabroso, tenemos varias opciones y las dos grandes se concentran en ceder a lo negativo o tomar fuerza y decirnos a nosotros mismos que no nos daremos por vencidos.

Sin duda es mucho más fácil la primera opción, darnos por vencidos, rendirnos ante la negatividad y el pesimismo que nos rodea pero no habrá mayor progreso al final de la historia. La segunda opción cuesta un poco más pero habrá una recompensa y es aquí donde recuerdo el pasaje bíblico de Gálatas 6:9 que inspira a tomar la segunda opción:

No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.

¡Ánimo! que lo bueno nunca fue fácil y los pequeños comienzos no son menospreciables.




Comentarios

Entradas populares